ASOCIACIÓN DE INGENIEROS CIVILES DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA
Aceptación de la distinción a la trayectoria profesional 2019, (noviembre 28, 2019)
Por: Ing. Carlos Rodríguez Amaya, PhD
Buenas noches.
Presento mi saludo cordial a quienes lideran esta celebración:
Ingeniero Juan Carlos Montenegro Arjona, Presidente de la Asociación de Ingenieros Civiles de la Universidad Nacional, AICUN, Doctora María Alejandra Guzmán Pardo, Decana de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional, Doctor Carlos Alberto Moncada Aristizábal, Director del Departamento de Ingeniería Civil y Agrícola, de la Universidad Nacional Ingeniero Germán Pardo Albarracín, Presidente de la Sociedad Colombiana de Ingenieros, Ingeniera Cecilia de Gutiérrez, Directora Ejecutiva de AICUN, Ingenieros Expresidentes de AICUN, docentes, invitados especiales, colegas, amigos y amigas, acá presentes.
Me anticipo a manifestar que algunos de los comentarios y observaciones que presento a continuación pueden parecer algo fuertes, pero los hago con franqueza y con sinceridad, y pretenden tan solo motivar a la reflexión para el cambio.
Ante todo, deseo mencionar que mi trayectoria profesional, iniciada hace ya 53 años, no la he recorrido solo, pues sabemos bien que se vive en comunidad, rodeados de familia, amigos, conocidos, compañeros, grupos y colegas, quienes de manera directa o indirecta influencian nuestro desarrollo personal y profesional. Por lo mismo, considero oportuno el momento para agradecer inicialmente a quienes así han hecho posible que el Jurado Evaluador de la Asociación de Ingenieros Civiles de la Universidad Nacional de Colombia me haya seleccionado para recibir la Distinción a la trayectoria profesional de este año 2019.
Así, agradezco, primero a nuestro Dios Padre Creador, porque me permitió estar en este mundo en el lugar correcto, como parte de una familia extraordinaria, compartiendo con los amigos de la infancia y sus inmejorables familias, orientado e instruido, siempre, por los maestros y profesores apropiados, en los varios niveles de mi formación.
Agradezco a quienes en vida fueron mis papás: Carlos y Leonor, representados hoy, acá, por mis hermanos Jaime y Ángela, porque de ellos recibí amor incondicional y las primeras letras, me dieron irrestricto apoyo y motivación constante por la lectura y el estudio, con disciplina; me inculcaron los principios y me dieron el ejemplo del caso para recorrer siempre el camino recto. A ellos, quienes están de mí a la distancia de un pensamiento, dedico la distinción que hoy se me concede.
Ejemplo y apoyo similares recibí de las familias de mis amigos de infancia, a quienes expreso mi sincera gratitud.
Reconocimiento especial merecen de mi parte mis profesores de los varios niveles de formación, en particular los de la universidad, inmejorables maestros todos, quienes me transmitieron conocimiento y motivaron mi preparación académica con sus enseñanzas y con su ejemplo. No reseño a ninguno de ellos por sus nombres, para no pecar por omisión o por olvido, pero lo cierto es que todos ellos ganan mi admiración y mi respeto.
Los seis inolvidables años de estudios universitarios, durante los cuales mis compañeros me brindaron su calidez, su amistad y su apoyo, sin competencia ni envidias, los recuerdo con especial afecto. Por todo esto, ellos reciben hoy también mi agradecimiento.
Tengo la convicción de que un maestro debe ser como un padre, que instruye y transmite conocimiento, que forma con el ejemplo y que, aunque se equivoque por sus muchas veces desmedidas exigencias e imposiciones, jamás lo hace con mala intención. Con esta premisa, vale bien una invitación a los docentes para que no olviden su deber de formar y no de maltratar, como, desafortunadamente, parecen hacerlo algunos docentes, a quienes su ego los domina, hasta el punto de pretender que son los únicos que conocen de un determinado tema y, por lo tanto, desestimulan al estudiante en su interés por conocimiento. En particular, los profesores de hidráulica necesitan reflexionar sobre este aspecto y considerar la necesidad y la utilidad de esta especialidad en los proyectos de infraestructura que demanda el país. De otra parte, el estudiante deberá sobreponerse a eso y persistir siempre en su empeño por un mejor y más sólido conocimiento.
Con esos años de vida universitaria se concluye lo que puedo llamar el período de mi formación, quedando así “capacitado” para iniciar mi trayectoria profesional, lo que coincide de manera práctica con mi matrimonio con Clarita, aquí presente. Ella, con su inteligencia, su serenidad, su ecuanimidad y su comprensión, me acompaña y me brinda, desde entonces, su apoyo incondicional para el cumplimiento de los planes y metas de mi ejercicio profesional. Quienes la conocen, saben bien que no exagero en estos calificativos. Por esto y porque, seguro estoy de que al final ustedes me regalarán unos aplausos, les pido cordialmente que la mitad de ellos los anticipen ahora, como homenaje a Clarita, mi esposa, en agradecimiento por su incondicional y decidido apoyo, pilares del éxito de mi trayectoria profesional que hoy se reconoce.
Gracias, gracias por sus aplausos.
Habiendo relacionado ya y agradecido a quienes considero son los cimientos de mi ejercicio profesional, me cuestiono: ¿qué he aportado yo para ser merecedor de tan magnífica distinción, según lo recomendó el jurado evaluador designado por AICUN? Con total modestia respondo: Porque recogí los principios y el ejemplo de la familia, y las enseñanzas y el ejemplo de mis educadores, manteniéndome en el camino recto; Porque, ente todo, he tenido fe ciega en mis capacidades, me he dedicado y entregado al estudio y a la búsqueda permanente de conocimiento, afianzando los conceptos técnicos para la toma de decisiones;
Porque, con todo lo anterior, he liderado grupos técnicos en el desarrollo y ejecución de proyectos y, paralelamente, he contribuido a la formación de un sinnúmero de estudiantes y profesionales de ingeniería, durante todo mi ejercicio profesional.
Ahora bien, mi trayectoria profesional se divide en dos fases: La primera, la que realicé en el sector público durante algo más de 17 años, en el Instituto Colombiano Agropecuario, ICA, entre los que cuentan los dedicados a mis estudios de maestría y doctorado, de ampliación y profundización de conocimientos y de consolidación de los criterios técnicos que me facilitan la toma de decisiones en la solución de los problemas de ingeniería que debo enfrentar.
Refiero que, durante el tiempo de mi trabajo en el instituto nacieron mis tres hijos: David Felipe, Diana Susana y María Ángela, quienes motivaron aún más mi gusto por el estudio y el trabajo, y, juntos, con Clarita, son desde ese entonces base de todo mi desempeño.
En el ICA compartí con profesionales de muy alto nivel de especialización en disciplinas diferentes a la ingeniería civil, lo que fue muy positivo y estimulante para una actividad profesional dentro de un ambiente interdisciplinario, enriquecedor. Esto me favoreció para adquirir un mejor conocimiento del país y de su realidad, y para ejercer un cierto liderazgo, con resultados satisfactorios como el de haber promovido el Programa Nacional de Pequeña Irrigación para Colombia, iniciado en 1982.
La segunda fase de mi trayectoria profesional, que aún no concluye, la he desarrollado a través de Hidroconsulta, firma consultora que comparto desde hace 40 años con mi socio, Argelino Durán Ariza, también aquí presente.
Por nuestra experiencia, el ejercicio público de la profesión en Colombia es muy difícil, por no decir que imposible, entre otras razones por la rampante corrupción de siempre, pero, además, porque deben enfrentarse las envidias, los celos y los malos tratos de algunos colegas, cuyo pretendido mayor conocimiento está basado en un ego soberbio y prepotente. A fe que en varias oportunidades hemos sufrido por esto. Los colegas que así actúan solo merecen indiferencia, con amabilidad, porque así acaso reconocen con el tiempo que están muy apartados del camino recto que se debe recorrer.
En cuanto a la corrupción, más allá de la adjudicación de contratos con prebendas y marrullas, está el hecho de que se aleja la posibilidad de aportar buena ingeniería por los profesionales capacitados para ello, y, además, por el retraso que significa para el país un mal proyecto y su consecuente malgasto de recursos. En este aspecto, podría referir varios ejemplos de los cuales tengo conocimiento directo, por haber participado en los concursos de méritos y en las licitaciones respectivas.
Pero, peor aún es tener que enfrentar, desde años recientes, la estigmatización generalizada de que los ingenieros colombianos somos todos corruptos, como se nos califica actualmente. En esta situación nos colocaron tres corruptos Nule y otros personajes indeseables de la vida nacional. Como resultado, vienen profesionales extranjeros, con menores capacidades técnicas y nulo conocimiento de las realidades de nuestra geografía y de nuestras condiciones sociales, con resultados muchas veces desastrosos para la ingeniería y para el país,
Estas desafortunadas realidades no deben, sin embargo, desanimar nuestro ejercicio profesional y mucho menos nuestra participación en concursos y licitaciones. Ellas, deben sí motivarnos a las necesarias autorreflexión y autocrítica, para determinar en qué debemos cambiar cada uno de nosotros, profesionales miembros de una comunidad en desarrollo, como principio fundamental para generar las transformaciones necesarias, tanto en lo personal como en los grupos, que nos dispongan para un ejercicio profesional ético, serio y responsable, como corresponde. De esta manera se contrarresta tal indeseable estigmatización, aunque nos signifique sacrificio, pero que nos reorienta al indispensable camino recto.
Pero ¿qué es el camino recto al cual me he referido en varias oportunidades desde el inicio de mi exposición? Este no es nada diferente
de cumplir a cabalidad con nuestros deberes, a lo cual invito a todos los colegas, presentes y ausentes.
Porque, tenemos deberes para con nosotros mismos, que consisten en respetarnos y realizar sólo lo digno, lo útil y lo bueno;
Porque tenemos un deber profesional, el cual exige que cumplamos a conciencia las obligaciones de nuestra profesión, entre las que está la observancia y el respeto por el código de ética que nos obliga;
Porque tenemos un deber social, fin último de nuestro ejercicio profesional, que nos invita a servir fielmente a nuestro país y a la sociedad, y a admirar y respetar el medio ambiente; y,
Porque tenemos, en fin, el deber de actuar con honradez y transparencia.
Concluyo así este mensaje de aceptación de la Distinción a la trayectoria profesional 2019 que se me concede hoy, no sin antes reiterar los términos de mi comunicación de agradecimiento a AICUN, en cuanto a que: Recibo gustoso esta distinción, con humildad y orgullo, a nombre de todos los ingenieros del país que ejercen la profesión con ética, alto nivel técnico y profesionalismo.
Muchas gracias.
Bogotá, D. C., 28 de noviembre de 2019.