Hidroconsulta

Algunas reflexiones sobre la Consultoría para la infraestructura del país

Por: Carlos Rodríguez Amaya

Ingentes presupuestos y ayuda de todo tipo se destinan en cada emergencia para la atención de damnificados por desastres naturales y a la reconstrucción de la infraestructura destruida, total o parcialmente, por fenómenos naturales, como sismos e inundaciones de gran magnitud, y por procesos como los de evolución de ríos y quebradas, y sus desbordamientos.

Controlar las fuerzas naturales de un sismo y de crecientes verdaderamente extraordinarias, como las que han ocurrido en los últimos meses en el país, es prácticamente un imposible, necesario de reconocer y de aceptar. Tan sólo cuando se dispone de alarmas tempranas eficientes y oportunas es factible aminorar, e inclusive hasta evitar, la pérdida de vidas humanas; no así con respecto a la infraestructura y a bienes materiales. De otra parte, contrarrestar la amenaza de dichas fuerzas con diseños de ingeniería debe tener un límite razonable, so pena de incurrir en altísimos costos, muchas veces inaceptables. Sin embargo, para lograrlo, se requiere del resultado de investigaciones continuas en el tiempo, que exigen enormes presupuestos y gran dedicación, las que eventualmente se realizan tan sólo en países como Japón, Estados Unidos de América y algunos países europeos, entre otros. Estos países son igualmente vulnerables, como se evidencia continuamente, por ejemplo, a través de situaciones como las de Estados Unidos con el terremoto de San Francisco en 1989, los huracanes en el Golfo de Méjico, los frecuentes tornados, en general, y las más recientes inundaciones y tornados en los estados del medio oeste; y en Japón, con el terremoto del pasado mes de mayo de 2008.

 

FOTOGRAFÍA 1. Viaductos de La Estampilla sobre la vía Manizales – Chinchiná de la Autopista del Café, en los cuales se utilizaron, por primera vez en Colombia, aisladores sísmicos de péndulo invertido. (Fotografía del autor)
FOTOGRAFÍA 2. El control de la evolución de los ríos es una necesidad, en procura de la estabilidad de la infraestructura y de la minimización de las inversiones. Puente sobre el río Bandía, Arauca. (Fotografía INVÍAS).
FOTOGRAFÍA 3. La limitada capacidad de los cauces naturales y su evolución son causa de inundaciones periódicas y enormes pérdidas de infraestructura, áreas agrícolas y pecuarias productivas y vidas humanas. (Fotografía del autor).

Es conveniente y necesario conocer sobre los resultados de tales investigaciones, para aplicarlos tanto como sea posible, como en efecto se hace ya en Colombia en proyectos como, por ejemplo, el de los puentes La Estampilla y Helicoidal por el Grupo Constructor Concesión Autopistas del Café. No obstante, no puede con ello garantizarse la completa y permanente estabilidad de las obras, pretensión que no aplica cuando de las fuerzas naturales se trata, lo cual debe ser reconocido y aceptado.

Por el contrario, el riesgo generado por los procesos naturales es, sin duda, evaluable, y por lo tanto susceptible de ser disminuido mediante acciones basadas en el conocimiento técnico de los principios que los determinan, lo cual es justamente de lo que carecen muchos estudios y diseños en el país, en ocasiones por el alcance limitado que para ellos establecen las entidades contratantes debido a falta de presupuesto, lo que no debe aceptarse como una razón valedera. Por tal falencia, las obras correspondientes se ejecutan casi siempre con mayores costos que los inicialmente presupuestados, dada la necesidad que surge de ajustes y modificaciones durante las fases de construcción, para lo cual eventualmente se requiere la realización de pruebas y ensayos que han debido efectuarse con anterioridad durante los estudios para el diseño; no debiera haber excusa alguna para proceder de esta manera.

A lo anterior se suma la baja, cuando no nula, asignación de presupuestos para las necesarias labores de mantenimiento, cuyo costo en algunas obras puede llegar hasta el 20% de la inversión inicial. Resultado adicional de tales ejecutorias es que, muchas veces, al corto tiempo los proyectos construidos se dañan, por lo que se contratan nuevos estudios y diseños para corregir deficiencias anteriores –evitables- y restablecer o reconstruir la infraestructura previamente construida, pero recientemente deteriorada. Tales estudios son también de limitado alcance y sin la requerida profundidad, puesto que se considera que ya existen estudios y diseños anteriores; se afirma, entonces: ¿Para qué más estudios y diseños?

Muy larga resultaría una lista de casos en Colombia referentes a la pérdida de infraestructura por estudios y diseños con las características descritas atrás, y no es el propósito elaborarla. Baste con relacionar algunos ejemplos de situaciones comunes generadas por los procesos de evolución de ríos y quebradas, y sus desbordamientos, aspectos generalmente obviados por técnicos, administradores y autoridades. Parece desconocerse que la capacidad de transporte de los caudales por un río es limitada, así que una o dos veces por año ocurre la inundación de la planicie aluvial, zona aledaña que pertenece al río; sin embargo, se permite sobre ellas la urbanización sin consideración alguna sobre la amenaza frecuente de anegamiento. Se generan entonces pérdidas económicas considerables y en ocasiones la pérdida de vidas humanas, lo cual es aún más grave.

Para pretender controlar tales inundaciones, se construyen diques o jarillones a lo largo de la planicie, desconociendo los procesos evolutivos del río y la magnitud de su desarrollo, y por lo tanto son susceptibles a daño por erosión y socavación en su base. Además, con ellos se crea una falsa sensación de seguridad que estimula la urbanización y el desarrollo de actividades económicas por detrás de los mismos, de modo que si se destruyen, las pérdidas que se generan son inconmensurables, en vidas, en infraestructura y en grandes extensiones de áreas de cultivo, cuya cuantificación está lejos el país de establecer, valorar y contrarrestar. Ese mismo desconocimiento hace que en las planicies, y muy cerca de los cauces, se construya infraestructura de transporte, de transmisión de energía, de acueductos, oleoductos y alcantarillados, entre otra, que en corto plazo resulta deteriorada, si no destruida.

Las anteriores referencias se constituyen en evidencia de la no incorporación en los estudios y diseños de análisis y evaluaciones de la amenaza de determinados procesos naturales, predecibles, lo que resulta, como se ha anotado, en nuevos estudios y diseños de alcance limitado y de inadecuada profundidad, y en considerable pérdida de recursos presupuestales que bien podrían aplicarse a otros fines y propósitos, diferentes a los de recuperación y reconstrucción de obras, cuyo eventual deterioro debiera haberse prevenido y mitigado.

¿No es acaso cierto que se requiere de más juicio y conciencia, por técnicos, administradores y autoridades, al igual que por los ingenieros consultores y constructores, para desarrollar estudios y diseños con mayor profundidad, con gran sentido de la ética y con adecuados presupuestos y plazos acordes con alcances que permitan anticipar y cuantificar los riesgos para las obras que se proyectan?

Las anteriores reflexiones debieran contribuir a valorizar la buena consultoría como una excelente inversión y a mejorar, día a día, el ejercicio de la ingeniería de consulta, en beneficio del país y de sus ciudadanos.

Bogotá, D. C., 16 de junio de 2008.
 

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